Lo primero de todo quería pedir perdón, porque entre toda la Semana Santa y eso, he tenido problemas para subir, pero aquí lo tenéis. Además, espero que compense el final, que seguro que os gusta :3 Y bueno, nada más, a parte de reiterar lo que vengo repitiendo siempre: 3 comentarios, por favor. No cuestan nada, y solo pido 3. Si necesitáis saber por qué pido los comentarios, podéis mirar los capítulos anteriores, que lo he explicado trescientas mil veces. Gracias a los que lo comprendéis y dejáis un comentario o me decís qué os ha parecido de cualquier otro modo.
Un saludo y feliz Semana Santa ^-^
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Capítulo 12.
–Pe… perdón. Yo… –intenté balbucir.
–¿Cuándo empezamos, Señor? –me cortó Ancel.
–Ahora mismo –respondió Lucifer, restándole importancia con
la mano.
–¿De qué constará su adiestramiento?
–Tendrá doce horas de lucha contigo, ocho con Maestros
especializados y dos libres para conocer mi reino.
–¿Tiene permiso para salir sin acompañamiento de la
residencia?
–No, tú estarás siempre allí: cuando quiera salir, durante
sus clases… Siempre. A ver si así aprendes de Nergal.
–¿Nergal va a dar clases a Leyna? –La voz de Ancel denotaba
molestia.
–Por supuesto. Se supone que debe de estar de camino –y
añadió, antes de que Ancel protestara–: Pasad por el Consejo antes de hacer
nada. Ellos os informarán de lo que quiero que hagáis.
Ancel tragó saliva. ¿Estaba asustado? ¿O quizá era solo para
evitar no darle un puñetazo a alguien? Fuera lo que fuese, la emoción era
fuerte, porque para que Ancel hiciera un gesto tan perteneciente a la vida…
Un movimiento me sacó de mi ensimismamiento: Ancel,
levantándose e inclinándose ante Lucifer.
Me incorporé también, bajé la cabeza rápidamente ante
Satanás, y después seguí a mi compañero hacia el salón.
Una vez que la última puerta se hubo cerrado tras nosotros,
respiré aliviada. Había sentido la mirada fría de Lucifer pegada en mi nuca
desde que abandonamos la estancia, y no me había atrevido a mirar atrás.
Ancel me condujo a través de la sala grande para cruzar otra
puerta más. Entramos a un salón repleto de espíritus, que charlaban despreocupadamente
sin fijarse en nosotros.
Lo cruzamos de punta a punta, hasta llegar a una habitación
cuadrada y pequeña de madera. El polvo se acumulaba en las estanterías vacías y
daba la sensación de que nadie había pasado por allí en mucho tiempo.
–Hay muchas maneras de llegar al Consejo, pero esta es la
más… íntima.
–¿Planeas algo, Ancel? –dije, arqueando las cejas.
Él esbozó una sonrisa torcida, mientras un brillo maligno
cruzaba sus ojos.
–Aún no –respondió.
Pateó el suelo hasta encontrar un tablón que sonaba hueco, y
luego se agachó sobre él. Metió la mano entre las dos tablas de madera y, tras
un sonido, sacó una de ellas.
Una trampilla.
Me miró divertido y después se sacó una llave de un bolsillo
que estaba vete tú a saber dónde. La metió en un lugar que no pude alcanzar a
ver y la portezuela se abrió.
Unas escaleras bajaban hacia una zona completamente a
oscuras. Ni siquiera estando muerta podía ver lo que había ahí dentro.
–Es magia negra. Permite esconder el pasillo.
–¿La misma que nos une?
Ancel hizo una mueca.
–No. Esta es diferente. Vamos –dijo, mientras ponía ambos
pies en el primer peldaño.
Comenzó a bajar para dejarme espacio. Le imité en cuanto los
primeros peldaños quedaron libres,quedando de espaldas a él, algunos escalones
más arriba.
–Si te atreves siquiera a mirar de reojo mi bonito trasero,
te quedarás sin bolas, ¿entendido?
No respondió, pero pude oír su risita apagada entre toda la
negrura.
Finalmente, coloqué el pie en el último peldaño de la
escalera y Ancel me guio por lo que parecía un pasadizo.
De pronto, unas antorchas se encendieron, haciéndome casi
brincar hacia atrás del susto.
–Magia –susurró Ancel–. Me pregunto quién la estará
utilizando.
Seguimos avanzando por el corredor, que se parecía a los
típicos pasadizos medievales que llevaban a las mazmorras.
Un portón de madera, cerrado a cal y canto por gruesas
cadenas, emergió ante nosotros.
Ancel levantó la cabeza mientras se acercaba.
Tocó con el puño dos veces, y después de una pausa, otra
más.
Las cadenas se soltaron y cayeron al suelo con gran
estrépito. Las puertas se abrieron, produciendo sonidos que hicieron que me
tuviera que tapar los oídos.
Ancel me agarró del brazo y me condujo por entre las
puertas.
Entramos en una sala circular, con varios pisos que se
abrían en balcones cerrados por columnas de piedra y que daban a la estancia en
la que estábamos.
–No tardarán en aparecer –susurró Ancel a mi lado.
–¿Por qué odias a Nergal? –inquirí, ignorando las palabras
de Ancel y reprimiendo mi curiosidad.
Él rio amargamente.
–Es como un niño creído y malcriado. Ya lo verás cuando lo
conozcas.
–¿Y él no te odia a ti?
Ancel me miró con el ceño fruncido.
–La verdad, no lo sé –dijo, tras un rato pensando–. ¿Por
qué, acaso soy odiable?
–Bueno, ¿no eres el típico chico malo y arrogante?
Él rio y se acercó a mí. Yo retrocedí por instinto, hasta
que mi espalda tocó la pared. Ancel puso los brazos a ambos lados de mi cabeza,
sonriendo ácidamente.
–¿Lo soy? –inquirió.
No respondí. Tan solo me limité a fijar mi vista en sus ojos
ambarinos, que tan poco parecidos eran a los míos grises.
–Soy peligroso, pero no malo. Yo cumplo las normas –ladeó la
cabeza–. Bueno, en realidad, camino sobre una línea que se encuentra entre los
que las cumplen y los que no. Es la línea del peligro, y más te vale no
acercarte a ella si no sabes a lo que te enfrentas.
En ese momento, alguien carraspeó por detrás de Ancel. Él se
volvió y se apartó, dejándome ver la estancia vacía.
Escruté la sala entera, sin ver ni rastro de nadie. Ancel
miraba hacia los balcones, pero éstos también estaban vacíos.
–¿Se hallan todos los miembros del Consejo presentes? –dijo
una voz grave y firme; sus palabras reverberaron por la estancia.
Un murmullo apagado recorrió la sala. Parecía estar formado
por miles de voces, que juntas formaban una sola.
–¿Vienes aquí, joven Capitán, por justicia o por
información? –inquirió de nuevo la voz grave.
–Por información, Anciano. Vengo en nombre de Sa…
–Lo sabemos, chico. ¿Quién te acompaña?
–Leyna Shellow –respondió Ancel, por primera vez a la
defensiva.
–Un caso muy extraño, sí. Puedo captar su esencia desde
aquí.
–No tenemos todo el día, Sabio.
–Oh, sí lo tienes, muchacho. Literalmente.
–Su adiestramiento debe comenzar.
–¿Y cómo vais a empezar sin instrucciones? –Casi pude
percibir el tono divertido.
Ancel no contestó.
–Las normas son las normas. Y nosotros tenemos el deber y el
poder de hacer que se cumplan.
Mi compañero masculló algo que no pude oír, pero me
apostaría lo que fuese a que soltó una palabrota. O varias.
–Ese vocabulario, Zanetti –sonó desde algún punto por encima
de nuestras cabezas.
Ancel se volvió de inmediato, clavando una mirada aterradora
en las sombras. Le miré con el ceño fruncido.
–¿Zanetti? ¿Es tu apellido?
–Lo era –respondió él, tajante.
–Y lo sigue siendo, Capitán –intervino la voz grave.
–Eso no es de tu incumbencia, Sabio.
–Bueno, pero sí el llamártelo. Si no quieres usarlo,
adelante, pero eso no quita el que yo vaya a hacerlo.
Ancel resopló.
–La información. Quiero salir de aquí ya.
Ningún Anciano dijo nada. En su lugar se oyó el leve sonido
del papeleo.
–Aquí está –carraspeó–. Según el mandato por el Príncipe de
las Tinieblas, el adiestramiento constará de dos partes: la cultural y la
física. Numerosos condes y generales pasarán por el Averno para enseñar a Leyna
Shellow las costumbres y secretos del Infierno y el Otro Lado. No se
proporcionará información personal acerca de nadie, a no ser que el tutor
precise el permiso del espíritu del que se hablará. Para la parte física te
encargarás tú, Ancel. Tu obligación será convertir a la chica en la segunda
mejor luchadora del Imperio, a no ser que te gane. Deberás enseñarla cada truco
y cada movimiento en el arte de la pelea. Tanto con espada como con cualquier
arma.
Ancel permaneció con la vista fija en un punto lejano,
pensativo.
–Será evaluada cada domingo, teniendo así que luchar contra
ti, hasta que Su Majestad considere que está suficientemente preparada, cuando
se la enviará a misiones de reconocimiento para poner a prueba sus habilidades –hizo
una pausa–. Tendréis dos horas libres diarias para recorrer el Infierno, sin
tener ninguna autorización vigente para abandonarlo.
–Pero, ¿y mi trabajo? –preguntó Ancel, refiriéndose a su
labor como la Muerte.
–Ah, sí. Las Parcas se encargarán de ello.
Ancel se dio la vuelta dispuesto a salir de allí como más
rápido se pudiese, pero la voz del Sabio le detuvo.
–Hay algo más para ti, joven.
–¿Más? Creía que…
–No me interrumpas –el tono ahora era autoritario–. Si Leyna
consigue colocarse un puesto por debajo de ti en la Legión Infernal, quedarás
libre de tu maldición.
–¿Puede hacer eso? –inquirí, todavía atónita.
–¡Claro que puede! Él mismo me la impuso.
–¿Y es por eso que no te gusta hablar de tu pasado? –Mala
pregunta. Mal momento.
–Hay muchas cosas que no me gustan de mi pasado –respondió,
con un tono de voz abatido.
–No veo por qué. Sinceramente, creo que ahora eres… no sé.
Tienes todo lo que quieres ¿no?
–¿Y qué hago con la culpa, el pesar y el miedo que me
atenaza desde hace mil años? ¿Qué pasa con todo eso? He tratado de ignorarlo,
de llevarlo a lo más hondo de mi mente y esconderlo, pero siempre encuentra un
modo de salir.
Se sentó en la cama y escondió la cabeza entre las manos.
–¿Pero qué pasa con lo que eres ahora? Mira, no sé qué es
esa maldición ni el daño que te ha causado, pero sí sé quién eres ahora, y si
borraras esas decisiones que tomaste entonces para tomar otras diferentes, no
serías el que eres hoy. Y la persona que veo delante de mí no es cruel, ni
mala, ni egoísta.
Entonces levantó la mirada y la fijó en mis ojos grises. La
distancia que había entre nosotros se fue acortando conforme él avanzaba hacia
mí con paso inseguro.
Podía ser la primera vez que le veía dudar.
Ya solo una mano de distancia nos separaba.
Sus ojos seguían fijos en los míos, sosteniéndome la mirada
mientras su mano se deslizaba por mi nuca, acercándome a él.
Poco a poco, nuestras bocas fueron arrimándose, hasta que
sus labios rozaron los míos.
Suavemente, su boca presionaba la mía, y fue adquiriendo
fuerza por momentos.
Coloqué mi mano sobre su suave cabello, alborotando los
pequeños pelos de la nuca.
Ancel respiraba fuertemente contra mis labios, probablemente
algo que nunca le vería hacer.
En ese momento, un ruido sordo se escuchó a mi izquierda,
pero no le presté demasiada atención hasta que una voz aguda dijo:
–Vaya, vaya, Ancel. Menuda sorpresa.
Hoy me has dejado helada. Siempre lo consigues pero hoy… Y POR FIN se besan señor xD
ResponderEliminarDe verdad Bea, cada vez es más alucinante tu forma de escribir y de expresarte. Sigue así hermana.
Diooos! Tenía muchísimas ganas del besooo<3 me ha encantado el capitulo, ya que personalmente me encanta que haya romanticismo en la historia, pero sin llegar a ser empalagoso y tu lo has conseguido, le has dado un algo dulce y ha sido precioso. Siempre sabes dejarnos con la intriga y eso es bueno en una escritora.. Supongo jaajjaja( los lectores ansiamos a más) tienes muchisimo talento y sabes perfectamente explotarlo al maximo. No nos dejes con mucha intriga, y sigue asi, lo haces genial. Besooos:)
ResponderEliminarPor cierto, la parte que ancel pone un brazo a cada lado me ha recordado muchísimo a crepúsculo *______*
ResponderEliminarMira que por fin hay beso!!!quiero más,más de estos personajes,me gusta mucho la manera que tienes de centrar la historia tanto en ellos.....
ResponderEliminarPerfecto como el resto de capítulos, y también como el resto de capítulos me deja con la intriga. Es increíble que escribas así. Revisaré mi ask diariamente para ver si has subido el 13 ^-^
ResponderEliminar¡Me encanta! Ya estoy deseando de que empiece el entrenamiento. Te está quedando chulísimo. Quiero leer el siguiente capítulo YA!! ^-^
ResponderEliminarEstoy exactamrnte igual que todas, emocionada por el beso, ah. Y puede ser que sea demasiado pronto, pero no puedo esperar a ver cual es la maldición de Ancel. Oh, y me pregunto si será malo que ellos de hayan besado, la verdad es que me parece que si.
ResponderEliminarNo pude dejarte comentarios antes pero sí te decía por chat lo maravillosos que te habían quedado *-*
ResponderEliminarTienes una única faltilla de nada que ya te la he dicho por chat ^^
¡Un beso! Esto sí que no me lo esperaba, va a ser un amor imposible, por lo que he leído en el final...
¿Sabes qué? Me he empezado a leer Memorias de Idhún y lo que has escrito tú es comparable con MdI. De verdad, escribes casi tan bien (no digo igual de bien porque ella es una escritora profesional pero sí que en cuanto tengas unos añitos más escribirás incluso mejor que ella) que Laura Gallego, me meto de lleno en la historia y no puedo salir de ella, nos dejas tanta intriga...es como si tuviéramos el lazo que tienen Ancel y Leyna que no se pueden separar...pues igual, tengo un lazo con la novela y no puedo dejar de leerla, así que, por tu bien, sube el siguiente prontito ^^
Woah. Lo que me he perdido todo este tiempo!! Me ha encantado, siento mucho no haberlo leido antes pero de veras he estado muy ocupada, primero nos mudamos y estuve dos meses sin internet y ahora que volvio este verano, me he ido de vacaciones y he salido tanto que no he tenido tiempo para leer tu historia. Y la verdad que me ha encantado el capi, ya recuerdo lo graciosa que es, me encanta en serio!! ;)
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