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lunes, 16 de junio de 2014

Capítulo 19.

Eeeen fin. Felices vacaciones, feliz verano y demás. ¿Qué tal los exámenes? Seguro que bien. Yo ya no tengo cole :D Bueno, ya vengo con el 19, que, como es habitual, no está corregido, ya sabéis por qué. Espero terminar la novela este verano, y ya empezaré con la segunda parte, aunque supongo que dejaré un intervalo de tiempo entre una y otra, sobre todo para que pueda organizarme con las novelas y para que asimiléis el final (que tengo pensado desde que empecé... muajajaja). Bueno, disfrutad, y, por favor, necesito COMENTARIOS.

Este capítulo va dedicado a las hermanas Vilanova de Diego –al menos, a las dos que me leen, que con un comentario me han ayudado mucho. Gracias, y espero que sigáis disfrutando con mis escritos.

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Capítulo 19.
Al principio, lo único que pude hacer, fue mirar fijamente a los ojos al primero de ellos. Llevaba una apariencia completamente normal –dejando de lado el hecho de que llevaba un hacha en la mano–: era un hombre de no más de treinta años, con una chaqueta desgastada y unos vaqueros que seguían el mismo camino.
Detrás de éste, quien, al parecer, era el líder, había otros dos espíritus, también con varias armas. Uno de ellos portaba una espada, mientras que el segundo tan solo llevaba un par de puñales en ambas manos.
–Vaya, grata sorpresa –dijo el primero, enseñando todos sus dientes en una sonrisa maliciosa.
–Araniel –masculló Ancel.
Tom pasaba su mirada de un espíritu a otro, a Ancel, y finalmente de vuelta a los Almas.
–¿Qué hacéis aquí? –preguntó mi compañero, cuyos ojos ambarinos relucían desafiantes. Su mano estaba puesta en la empuñadura de Musitel.
–Al parecer, conseguir una ganga –la voz de Araniel era un susurro amenazador–. De no ser por que mi deber es llevaros a todos a donde correspondéis, juro que te mandaría al Limbo, bastardo.
Ancel no pareció inmutarse ante la amenaza del Alma, cuyo tono de voz no expresaba ira o enfado, sino una calma fría y distante, que podía llegar a ser incluso peor.
–Además, después de Convertiros, me vais a tener que ayudar a llevarle a Eroz –señaló a Tom, que no había dicho ni hecho nada desde que nos habíamos topado con los Almas. Sin embargo, su mirada tenía un destello amenazador.
–¿Y después? –preguntó Ancel, completamente tranquilo.
–Después os presentaréis al Consejo de los Siete Arcángeles.
–Querrás decir seis –dijo Ancel, esbozando ahora una sonrisa torcida.
Araniel apretó los dientes, pero no se movió.
–Estamos seguros de que no se ha sometido del todo. El poder de Gabriel es muy fuerte.
–¿Seguros? –Ancel profirió una leve carcajada–. ¿Cuánto tiempo ha pasado, Araniel? ¿Dos mil diecisiete años? Sí, creo que es eso. ¿Y cuántas batallas han pasado en toda esa época? Más de mil, creo recordar. Y Gabriel está… –dio un paso peligroso hacia los Almas, con los dedos cerniéndose sobre la empuñadura de Musitel– ¡oh! Aún está con nosotros, desde aquel año en el que le Convertí.
Araniel se tragó las palabras de Ancel con un par de apretaduras de dientes, pero sin ningún movimiento extraño.
De repente, tras un leve sonido de un choque entre algo metálico y otro objeto, Ancel había desenvainado a Musitel y dirigía un golpe a Araniel, quien lo esquivó dificultosamente.
“¡Súbete a un árbol!”, oí en mi cabeza.
No me paré a preguntarme cosas, simplemente obedecí a Ancel.
Busqué con la mirada un árbol con las ramas lo suficientemente bajas como para poder trepar, y con la adecuada maleza en la copa para taparme.
Finalmente encontré uno perfecto. Eché la vista atrás para comprobar que ninguno de los Almas me veía o seguía.
En efecto, Ancel andaba ocupado con Araniel y el otro Alma, mientras que Tom hacía lo que podía contra el que llevaba los puñales.
Comencé a trepar lo más rápido que podía. Pie arriba, mano delante, pie arriba, mano delante. Iba tan concentrada en mis movimientos, que no advertí la figura que se cernía sobre mí.
Primero noté una mano en mi tobillo, de la que intenté zafarme sin mucho éxito. Comencé a dar patadas, tratando de no caerme.
No me di la vuelta. Intentaba continuar subiendo, para obligar a mi captor a que me soltara, pero no había manera. Su agarre era demasiado fuerte.
Finalmente, giré la cabeza. Observé a uno de los Almas esbozando una sonrisa maliciosa, creyendo que me había ganado. Sin embargo, uno de los dardos se había separado de los otros para acabar en mi mano, preparada para lanzar.
Apunté al cuello, pero el dardo se clavó un poco más abajo, en la clavícula, gracias a un intento de esquivar mi lanzamiento. El Alma profirió un aullido de dolor y se precipitó hacia abajo.
No me había dado cuenta de hasta dónde había subido ya. Unas ocho ramas me separaban del suelo.
Ya quedaba menos para llegar a la copa.
Continué ascendiendo con otro dardo en la mano, por si acaso. No obstante, a los pies del árbol podía ver la figura del Alma gimiendo y agarrándose el lugar donde el dardo se había clavado.
Después de un tiempo trepando, conseguí abrirme paso entre la vegetación de lo alto del árbol para poder ver a mis amigos.
En silencio, recé por que siguieran allí.
Y, en efecto, lo estaban. Ahora que la batalla se había igualado, Ancel lo tenía relativamente fácil contra Araniel. Tom seguía esquivando como podía los ataques del otro Alma, quien, aunque era bueno con la técnica, resultaba estúpidamente lento, sobre todo comparado con Ancel al lado.
Me senté con cuidado en una rama, recordando todo lo que sabía sobre los Almas: que no sentían, que su deber era Convertirnos, y que debíamos Convertirlos nosotros a ellos.
Según Ancel, ellos eran los equivalentes a los ángeles. Puros, blancos y luchadores natos contra el mal, que veníamos a ser nosotros.
Nunca creí en ángeles y demonios, pero esto era una representación de ello. Sin alas, sin aureolas. Simplemente una guerra que nunca era ganada, pero debía ser combatida.
Di vueltas al dardo entre los dedos, pensativa y echando vistazos hacia abajo, esperando a que uno de los rivales se pusiera a tiro.
Observé luchar a Ancel, lo que era todo un espectáculo. Mi amigo se movía con gracia y elegancia, lanzando ataques y moviendo la espada con soltura. Coordinaba todas las partes del cuerpo, adaptándolas a la actividad de la muñeca que dirigía el arma.
Araniel, sin embargo, era vasto en la lucha. Tenía un gran cuerpo, y era mucho más alto y musculoso que Ancel, por lo que recurría a la fuerza bruta para intentar vencer a mi amigo.
Soltaba improperios de vez en cuando, sobre todo en las veces en las que Ancel se colocaba por detrás y le obligaba a girarse, para lo que tardaba bastante.
Comprendí que Ancel hacía lo de siempre. Se divertía. Hacía creer a su adversario que estaba a punto de vencerle, pero nunca lo conseguía. Nunca le alcanzaban.
Llevaba una sonrisa irónica en la boca conforme provocaba al Alma para enfurecerle. Vaya si se divertía.
Me recordaba a los niños en el patio del colegio cuando éramos pequeños. Los que organizaban un partido de fútbol como si de la final de un campeonato se tratara, corrían y se picaban entre ellos para disfrute propio. Porque el enfado de tu rival a tu causa es lo mejor del mundo.
No cuando se trata de Ancel.
Esta vez, era Araniel quien, por primera vez en toda la pelea, había conseguido poner en un aprieto a Ancel. No era uno gordo, por supuesto, pero mi amigo no se sentía cómodo.
La sonrisa había desaparecido de su rostro, a pesar de que el brillo desafiante seguía presente en sus ojos. Las miradas de ambos contrincantes se encontraron, y pareció librarse otra batalla paralela a la que se sucedía en aquellos momentos.
“Leyna, atenta”, se oyó en mi mente.
Me fijé más en Ancel, que parecía completamente vulnerable a la espada de Araniel.
Entonces lo comprendí todo, y me sorprendió la inteligencia de mi amigo.
–Hasta ahora, Araniel –dijo, sonriendo, y lo bastante alto como para que yo pudiese oírlo.
El Alma que estaba luchando contra Tom cesó sus ataques, dejando respirar a mi compañero, y centró su atención en su confuso líder, que a su vez miraba a Ancel.
Di una última vuelta al dardo entre mis dedos, y apunté a la espalda de Araniel. Justo al punto en el que, en caso de estar vivo, le mataría, pero donde ahora conseguiría Convertirle en un Purgador.
“Solo hiérele. Si le Conviertes, Lucifer sabrá dónde estamos”, me dijo Ancel.
En respuesta, cambié el objetivo hacia su muslo. Y lancé.
El dardo se fue a clavar en el lugar donde había apuntado, quizá un poco más arriba.
Tanto Ancel como yo observamos a Araniel soltando un alarido de dolor con extraño placer.
Sin embargo, estaba tan concentrada mirando hacia el lugar donde todos contenían la respiración, que no me di cuenta del evidente sonido de que alguien se acercaba, trepando lentamente por el tronco, para darme caza.
Cuando una mano me agarró el tobillo, no hice otra cosa que gritar.
Luego empecé a dar patadas, siendo consciente de que aquel que me había cogido no era otro que el Alma de antes.
Sentía cómo me temblaban las manos mientras trataba de alcanzar uno de los dardos, que habían quedado medio colgando de una rama, ahora fuera de mi alcance.
Tampoco podía ver a Ancel, pero oí su voz por encima de mis chillidos.
–¡No le Conviertas! ¡No puede hacerte daño! –decía, seguramente a Tom.
Pude escuchar sus pisadas mientras corría hacia el árbol, lo más rápido que podía.
Sin embargo, tuvo problemas. Desde mi posición, pude ver cómo el Alma que antes había luchado contra Tom se colocaba delante de mi amigo, impidiéndole el paso hacia mí.
Ancel enarboló su espada, aparentemente decidido a pasar. Ahora no había tiempo para divertirse.
Lanzó un par de ataques, fintó, y su espada acabó, de alguna manera, clavada en el costado de su rival. La retiró rápidamente, sin retorcerla, y continuó su camino hasta donde estaba yo.
Cuando llegó al pie del árbol, comenzó a trepar sin envainar a Musitel. Mi captor, al ver que Ancel también subía en mi busca, profirió una carcajada.
Noté que algo me ataba las manos por detrás. Luego, me levantó a la fuerza sobre la rama donde estaba sentada antes, lo suficientemente gruesa y grande como para no romperse bajo el peso de los dos. Si pesábamos. O si se podía romper.
–Vais a recordar mi nombre, Purgadores. El Otro Lado recordará mi nombre como aquel que Convirtió a Ancel Zanetti y a Leyna Shellow –dijo mi captor, agarrándome aún más fuerte–. Mi nombre es Rigel.
Y después se desplomó sobre mí, tirándome al suelo. Ambos nos precipitamos hacia abajo, golpeándonos contra las ramas más bajas, hasta que aterricé sobre los brazos de Ancel, que habían aparecido de repente.
La caída de Rigel, sin embargo, solo fue frenada por la maleza. Una flecha sobresalía de su espalda conforme la esencia del espíritu se volvía rojiza, llevando a cabo del Cambio.
En ese momento llegó también Tom, que observó, junto con Ancel y conmigo, cómo Rigel se desvanecía, yendo hacia donde quiera que fueran los Conversos.
Aunque ninguno de los tres dijo nada, todos sabíamos lo que cada uno estaba pensando.
¿Quién había disparado la flecha?

5 comentarios:

  1. Oh my god. Necesito más ya, ¿quien mohone la ha disparado Bea? ¿QUIÉN?
    Bueno ya sabes que me encanta como escribes y cada vez vas a mejor, aunque no ponga los mejores comentarios sabe que te quiero y que estoy y estaré aquí para lo que necesites, te quiero hermana.

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  2. OH DIOS!!!!MORÍA!!!Quién habrá sido el de la flecha???Estoy intrigada!!!Sigue escrbiendo porque lo haces genial!!!!
    Besosss
    Carol

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  3. Este capítulo me ha alegrado el día e imagínate lo que tiene que pasar para que me lo alegre teniendo en cuanto que es el día más feliz de mi vida, como ya te conté *-* Es un poco lioso ajja XD En fin, no soy capaz de decirte más que me ha encantado y que me alegro de que haya acabado ya el insti así puedes subir más de seguido ;)

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  4. ¡Hola!

    Lo primero: muchísimas gracias por dedicarme el capítulo. No te imaginas la ilusión que me hizo, eres genial :)

    Y no solo eres genial, si no que escribes genial. Y se nota al final con esa pregunta en plan ¿A que estabas leyendo super entretenida y no te habías dado cuenta, y te voy a dejar con la intriga? No sé, es genial.

    Me gusta cómo describes las peleas, te las imaginas muy bien. Pero una cosa importante: deberías describir un poco más el entorno, y utilizarlo. Los personajes son una pasada, pero están muy como en medio de la nada ¿entiendes?

    Otra cosa que me encantaría es que el "famoso tirador" sea el típico personaje que digas: "Qué pasada de tío" ¿entiendes? En plan... Uriah en Divergente, que es super gracioso, algo egocéntrico etc. No quiero que sea el típico aburrido en plan Nergal.

    Y bueno, eso, que tu historia es una pasada. Yo por mi parte he ganado un concurso!! Además es gracioso, porque mi hermana Manzanita ha quedado segunda; y mi otra hermana, tercera. Y somos trillizas. Te dejo aquí el resultado para que lo veas:

    http://elretodelosescribas.blogspot.com.es/

    Besos.

    Primrose.

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  5. ¡¡¡Hoooooooola!!!
    Como te he avisado por correo hace nada, estoy lista para comentar:

    Me ha encantado el capítulo, y no sabes la ilusión que me hace que nos lo dediques. Tu historia es genial, engancha muchísimo. Me gusta cómo defines el carácter de un personaje pero sin que lleguen a ser esquemáticos en plan el bueno, el malo, el gracioso, etc. Los haces complejos pero con sentido, y eso mola.

    Me gusta mucho cómo describes las peleas, acciones y todo lo que va ocurriendo pero te quería recomendar – aquí, la amiga, aportando – que intentaras describir los personajes y todo lo que hay un poco más. Una vez oí que al escribir debes fijarte en describir lo que los personajes ven, oyen o hasta huelen. Todo lo que pueden sentir. Eso estaría muy bien.
    Solo es una pequeña recomendación, que está muy bien, ¿eh? Por ayudar un puquitín, como decimos aquí.

    Un besín.

    Chauuu

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