Quería hacer un par de anuncios y decir algunas cosas.
1.- Me siento un poco decepcionada, porque recibí solo 3 comentarios en el capítulo anterior (ya sé que pido esos), pero he estado recibiendo entre 5 y 6, y una bajada así resulta chocante. Y... bueno, sé que es verano, que mucha gente está de vacaciones sin internet y eso, pero aun así.
2.- El capítulo va sin corregir. Ni siquiera me molesto en leerlo. Si lo hago, probablemente acabe dejando la historia.
3.- Ya queda poco para el final.
4.- He estado construyendo una nueva historia. No diré nada sobre ella todavía, puesto que primero terminaré Al otro lado de la ventana, pero esta estará más currada, y me aseguraré diez capítulos de ventaja antes de subir el primero.
5.- Pues... ¡ah! Voy a remodelar mi antiguo blog de relatos, y lo convertiré en un blog de pensamientos, historias y reseñas (:ooo).
6.- Creo que no me queda nada más que decir .-. Solo que gracias por vuestra paciencia y comprensión, y que siento este parón. Espero que no suceda de nuevo :)
7.- ¡Feliz verano!
Este capítulo se lo dedico a los médicos. Sí, ya sé que no tienen nada que ver con la historia o la escritura, pero me parece que deberían tener más reconocimiento del que en realidad tienen. No sé, salvan nuestras vidas. Algún día quiero hacer lo mismo. No importa cuánto cueste.
-------------------------------------
Capítulo 21.
Ancel tenía el ceño fruncido, mirando a las Parcas con un
brillo de reproche en sus ojos de fuego. Nergal había callado, sin atreverse a
pronunciar una palabra más.
El silencio reinaba en la cueva.
Las tres mujeres me miraban con curiosidad, observándome de
arriba abajo, mientras la incomodidad crecía en mi interior.
Sin embargo, no me
moví. Sus palabras resonaban en mi mente, haciendo que un extraño vacío se
alojara en mi estómago. Era una sensación extraña, que no se parecía a nada que
hubiera sentido antes.
Finalmente, una de ellas, que portaba unas tijeras en la
mano, habló. Su voz no sonaba como la que había hablado antes, que parecía ser
una mezcla de las tres, sino que era grave y profunda, denotando experiencia y
sabiduría.
–No pensaba que nos dejarías verla tan pronto, Ancel
–comentó, sin quitar los ojos de mí.
–Ni siquiera sabíamos que nos dejarías verla –añadió otra.
Esta, sin embargo, sujetaba con ambas manos un par de ovillos de lana de un
extraño color.
Desprendían un brillo plateado muy curioso.
Entonces supe por qué. De alguna manera, aquel material sí
era tangible. Pertenecía al Otro Lado, no al mundo terrestre. La lana, y
cualquier objeto en aquella cueva, pasaría desapercibido para un ser vivo.
Ancel tenía el ceño fruncido. Las sombras de aquel lugar,
que tanto contraste hacían con la característica luminosidad del Infierno,
otorgaban a su rostro un aspecto más serio del que en verdad era.
Ese era otro aspecto extraño sobre la cueva: la “poca” luz.
En realidad, se veía perfectamente, pero era mucho más oscuro respecto al
paisaje de fuera.
–No he venido a hacer una visita –dijo Ancel. Su voz contaba
con un tono peligroso, con la amenaza pintada explícitamente, pero él estaba
tranquilo–. Quiero hacer un recado. O, mejor dicho, deshacerme de ellos.
–¿Y por qué has venido? Sabes de sobra que para eso no
necesitas nuestra ayuda –dijo, esta vez, la tercera mujer, que no había hablado
hasta ahora.
–Lo sé –coincidió Ancel–. Pero también necesito que me
respondáis una pregunta.
–Te escuchamos –esta
vez, fue la mezcla de las tres voces la que contestó.
Ancel dio un paso adelante, echándome una mirada, cuyo
significado entendí perfectamente.
Me coloqué tras él, un tanto contrariada. Algo me decía que
incluso Ancel tendría problemas para vencer a las Parcas.
–¿Se enterará Lucifer de mis movimientos si transformo el
lazo?
Las tres mujeres se miraron entre sí, casi sorprendidas.
Pude adivinar una mezcla de sentimientos, que se vieron reflejados en su
esencia: confusión y culpa.
¿Por qué? No tardamos en descubrirlo.
–No podemos responder a eso.
–¿Por qué no? Es una simple pregunta –replicó Ancel, con la
cabeza ladeada.
Aparté la mirada de la escena durante un momento para
encontrarme con los ojos de Nergal. ¿Qué me habría querido decir?
Le pregunté en silencio, pero él solo sacudió la cabeza y
bajó la vista.
Me encogí de hombros y volví prestar atención a la
conversación entre Ancel y las Parcas, que se volvía más violenta a cada
instante.
–No puedes con nosotras.
–No quiero luchar.
–Es lo que estás buscando, muchacho.
Ancel no añadió nada más. Permaneció en silencio, observando
a las tres mujeres, cuyos rostros, demacrados, no expresaban lo que sus
esencias hacían explícito. Las caras de las Parcas parecían haber quedado
congeladas en una mueca indiferente, incapaces de mostrar ningún sentimiento, a
pesar de los intentos de las ancianas.
Ancel, por otra parte, era un amasijo de emociones. No
obstante, se esforzaba todo lo que podía por esconderlas, tapando su rostro con
una máscara de impasibilidad.
“Son las emociones lo que nos distinguen de los Almas”,
había dicho. Sin embargo, podría apostar lo que fuera a que por dentro, Ancel
pensaba al contrario. Que los sentimientos le hacían débil en una batalla.
Qué equivocado estaba… Estaba bien esconder los pensamientos
e ideas al enemigo, pero no reprimirlos. Por eso los Purgadores eran más
fuertes que los Almas. Y por eso, me tendría que encargar de hacérselo saber a
Ancel.
Pero no ahora. Ahora había que solucionar un tema del que ni
Nergal ni yo teníamos ni idea.
Al ver que Ancel no reaccionaba, di un paso adelante,
colocándome a su lado.
–¿Qué habéis querido decir con “nuestra hija”?
Al fin pregunté lo que tanto tiempo había callado. No era un
buen momento, pero mi curiosidad era demasiado desbordante.
Las mujeres hicieron una mueca que se asemejaba a una
sonrisa, aunque inmediatamente después, las tres emitieron un leve gruñido de
dolor.
–Hora del cuento –susurraron.
Ancel me lanzó una mirada furibunda, aunque también
agradecida. Le había dado tiempo para pensar en algo.
No era mucho, pero al menos tenía.
–A ver… ¿por dónde empezamos? –dijo una de las Parcas.
Ahora, se me hacía imposible distinguirlas, ya que todas
habían dejado las manos libres de cualquier objeto.
–Podríais decirme vuestro nombre, si tenéis –sugerí.
Las mujeres se miraron entre ellas, aparentemente
complacidas.
–Chica lista –murmuraron–. Somos las representantes de la
vida y la muerte en el mundo de los vivos –hicieron una pausa, mirándome
fijamente–. ¿Cuál crees que es la diferencia entre una y otra, niña?
–¿Entre la vida y la muerte? –inquirí, sin entender el
porqué de aquella pregunta. Además, todavía no me habían dicho cómo se
llamaban.
Ellas asintieron, en el mismo instante en el que me di
cuenta de que lo único que veía de las mujeres eran sus macilentos rostros.
Tanto las piernas como los brazos estaban cubiertos por los mugrientos vestidos
negros, que arrastraban por el suelo a cada movimiento.
También, una de ellas presentaba una prominente chepa en la
espalda, que cargaba como si nada. Seguramente, a las otras dos no tardaría en
salirles.
–Vamos a hacer una cosa –habló la del medio, la que parecía
más alta, aunque solo por un par de centímetros–. Si respondes correctamente a
nuestras preguntas, te iremos contando cosas.
–Eso no sería necesario –intervino Ancel–. Ya puedo
decírselo yo –su tono era amenazante.
Un ruido resonó y rebotó contra las paredes de la caverna,
produciendo un terrible sonido parecido a… ¿una carcajada?
Sí, fue eso.
–Somos mucho más viejas que tú, Ancel. Hemos visto el
nacimiento del mundo, hemos visto su aspecto antes de la creación de los
humanos, y hemos presenciado su destrucción.
Ancel frunció el ceño. Nergal se adelantó también,
interesado.
–No está destruido –dije, con voz débil.
Las Parcas me miraron, curiosas, con la sombra de una
sonrisa cruzando sus rostros.
–¿Desde qué punto de vista lo dices, pequeña?
Nadie más dijo nada. Nergal había permanecido callado todo
el tiempo, atento y escuchando, por lo que me sorprendió que hablara ahora.
–¿Desde qué perspectiva lo decís vosotras?
Aquello arrancó otra suave carcajada a las Parcas, aunque
esta no fue tan estruendosa como la anterior.
–Tu esencia es muy interesante, chico –fue lo único que
dijeron.
–Eso no es una respuesta –el tono de voz de Nergal era
firme.
Hubo unos segundos de silencio que se me antojaron eternos,
en los que las Parcas sopesaban sus opciones. ¿Qué tenían en mente?
Algo me decía que se traían algo entre manos, pero no podía
imaginarme qué. Lo único que sabía de las mujeres era… Bueno, eso. Que eran
mujeres.
Miré a Ancel en busca de apoyo, pero en su rostro solo
encontré un ceño fruncido. Tampoco él sabía qué hacer.
Nergal, por otra parte, esperaba la contestación de las
Parcas con expresión serena. Ahora que sus rasgos estaban calmados, pude ver
con claridad la redondez propia de un rostro infantil. Y sus ojos, sin embargo,
mostraban un brillo de madurez sobre la negra superficie de los iris que
contrastaba con sus facciones.
–¿Vais a continuar evadiendo nuestras preguntas? –dijo
Ancel.
Se oyó un suspiro, aunque no supe decir de cuál de ellas
provenía. O si era uno conjunto.
–Nuestros nombres son Datid, Nutid y Framtid, encargadas de
mantener el equilibrio entre la vida y la muerte, y protectoras del Hilo de la
Vida que pende sobre las cabezas de cada mortal.
–Eso forma parte de la mitología. Empezad a contar lo que no
sabemos ya –Nergal estaba impaciente.
“Ni siquiera en momentos como este es capaz de contener su
sed de conocimiento”, pensé.
No obstante, le comprendía. Estaba completamente solo en el
Otro Lado. No tenía a nadie que le entendiera, o que estuviera con él. Y no era
más que un crío.
Eso me hizo mirar a Nergal con nuevos ojos.
Podía no ser un adulto, pero, ¿cuánta madurez podría haber
alcanzado? Seguramente supiera muchas más cosas que Ancel y yo juntos. Tal vez
no fuera un adulto, pero… ¿qué tenía que ver una cosa con la otra, de todas
maneras? Lucifer superaba con creces la mayoría de edad, y, sin embargo, no
alcanzaba a tener la sensatez de Nergal.
Y eso, lamentablemente, era algo que muchos no entendían.
–Nuestro origen se remonta a antes de la propia creación del
universo –las Parcas continuaron, interrumpiendo mis cavilaciones–. Cuando no
había nada.
–¿Nada? ¿Qué significa eso? –esta vez fue Ancel quien habló.
–Que no había materia, chico. Antes de que sucediera lo que
los humanos llaman “Big Bang”, no había absolutamente nada.
–¿Y qué se supone que había, entonces? –Nergal dio voz a la pregunta
que a todos se nos pasaba por la mente.
Una de las Parcas –si no fueron las tres– emitió un suspiro
cansado. Después, las mujeres se acercaron a la mesa donde los hilos de lana
estaban tendidos sin cuidado, y se sentaron en los taburetes que había delante
de esta.
–Debéis conocer cómo es el universo antes de saber cómo fue
creado.
Nergal, Ancel y yo intercambiamos una mirada cargada de
significado. Negro, ámbar y gris asentimos a la vez.
Y las Parcas prosiguieron, desvelándonos las verdades que
Lucifer nos había ocultado a todos los espíritus durante milenios.
Bueno, ya sé que tenía algo abandonada tu novela, pero aquí estoy de nuevo. Volveré a comentar todos los capítulos - si nada me lo impide - y darte mi opinión, que algo supongo que hará ^-^
ResponderEliminarBueno, como llevaba mucho sin leer me he perdido un poco al principio, pero me lo has recordado todo incluso sin quererlo. Me gusta la imagen que le das a las Parcas, siempre estoy buscando cosas sobre ésto, y ya sabía mucho sobre ello pero me encanta como lo has contado. Sobre Ancel, pues ya sabes, me encanta xD. Y sigue encantándome tu forma de escribir y expresarte, y ni se te ocurra dejar la novela porque yo te digo, que es una pasada. Así que sigue, y recuerda contarme sobre la nueva, empezaré a leerla en cuanto la subas. Y también tienes que contarme que tal fue el viaje.
Lo de siempre, Bea, sigue así de increíble.
Joope... Este capi no ha respondido ninguna pregunta :o cada vez que avanzo me encuentro con más dudas que antes.. Y eso provoca que tenga un continuo nerviosimo cuando leo la nove, me tiene totalmente enganchada jajaja .-.
ResponderEliminar