¿Qué te parece la historia

miércoles, 26 de marzo de 2014

Capítulo 8.

Bueno, lo siento, sigue sin haber demasiada acción :S Pero no os preocupéis, que a partir del siguiente vais a alucinar^^ Y os digo lo mismo de siempre: he intentado meter pizcas de humor para hacer la lectura más amena, ya que no hay nada de peligro... ¿o sí? Comentarios por favor^^

Capítulo 8.
–¿Qué…? ¿Cómo…? –Traté de formular la pregunta correcta, la que me pudiera asegurar una respuesta fiable, pero no conseguí encontrarla. Aunque, tratándose de Ancel, tampoco obtendría una buena explicación.
–¿Crees en el destino? –Preguntó Ancel, sin hacer caso a mis balbuceos.
–No sé… sí pero no –me lanzó una mirada maliciosa.
–Luego dices que no soy claro.
Le saqué la lengua.
–Me lo estás pegando. Aléjate un metro de aquí, que no tardaré en empezar a hablar de lo buena que estoy.
Él reprimió una risa.
–Explícate –dijo después de un silencio.
–Quiero decir, no creo en que todo esté escrito, pero sí creo en que las cosas pasan por algo. O sea, a lo mejor mi muerte está relacionado con algo mucho más grande…
–No sabes lo bien encaminada que vas –murmuró, más para sí mismo que para mí.
No obstante, lo oí. Y, la verdad, no supe qué pensar acerca de ello, por lo que lo dejé pasar.
–Pero si tengo que hacer algo importante, pueden pasar varias cosas –arqueó las cejas, dándome a entender que se había perdido en el “pero” –. A ver, ¿no has visto…? –Me interrumpí–. Oh, claro. No sabes lo que es una película.
–Saberlo, lo sé. Pero nunca he visto una. Sí que he leído libros, sin embargo.
–¿En serio? ¿Sobre cómo conquistar territorios?
–Era soldado, pero no el rey de roma.
–Es igual. Explica lo de los libros.
–Bueno, digamos que Lucifer y yo somos conocidos, y él ostenta un gran poder sobre el mundo inmaterial y también sobre el material. El porqué, te lo contará él si quiere.
–Guau. Me has hablado del mismísimo Diablo como si fuera tu mejor amigo. ¿Sabes? Creo que hasta hace unos segundos, ni siquiera sabía que Satanás existía.
–Ahora sí –sonrió–. Bien, pues él consiguió convertir libros materiales en esencia, y traerlos al Otro Lado. Es un largo proceso, así que no me preguntes acerca de ello... Y, bueno, también aquí hay escritores.
Asentí.
–Bien, pues supongo que algún libro habrás leído sobre el típico protagonista que tiene un destino mega importante.
–Ajá.
–Pues a eso me refiero. Ese tipo de destino que está escrito y  no se puede cambiar. No creo en eso, sobre todo porque al final lo acaban cambiando. Creo que las cosas no pasan porque sí, pero no creo en que nuestro futuro está escrito.
–Lo he pillado –sonrió.
–Mejor, porque me había quedado muy bien y no pensaba repetírtelo.
Me di cuenta de repente de que aún estábamos a lomos del semental negro de Ancel. El caballo no se había movido nada, y aguardaba pacientemente a que su amo diera alguna orden.
Aun así, supe que seguía mirándome mal.
–¿Tiene nombre? –Dije, señalando al animal.
–Ares –Ancel sonrió.
–¿Debo tomarlo como una indirecta?
–Depende de si sabes quién es Ares, y de si sueles pillar bien las indirectas.
–Sí a los dos.
Ancel arqueó las cejas, como si no me creyese.
–Ares es el dios de la guerra ¿no? –Inquirí.
–Tómatelo como una indirecta –afirmó, reprimiendo una sonrisa–. Y ahora, vámonos –añadió, girándose de nuevo y rozándome levemente en la pierna.
–No –y salté al suelo.
Gran error.
Ares era más alto de lo que pensaba, por lo que al caer con un ruido sordo, mi tobillo decidió no seguir la dirección que debía, sino que, en un intento de huida, se animó a seguir un rumbo completamente contrario.
Un pinchazo recorrió mi alma entera (literalmente), mientras caía de rodillas en el suelo.
–¿Se puede saber cómo siento el dolor estando muerta? –Mascullé.
–Oh. Otra cosa que te podría explicar si vinieses conmigo y no saltases de mi caballo –ironizó, descendiendo también al suelo.
Solo que él lo hacía con demasiada elegancia.
–¿Es tu tobillo? –Se agachó a mi lado.
–Ha decidido que no quiere seguir viviendo conmigo. Y se ha llevado a Pie.
–Te entiendo perfectamente –respondió Ancel, hablándole a mi extremidad derecha.
Entrecerré los ojos y, apoyándome en él, conseguí incorporarme –he de decir que intenté dejar a Ancel en el suelo, pero en mi defensa alegaré que se alió con mi extremidad inferior derecha para destruirme.
Los brazos de Ancel me rodeaban la cintura, formando un abrazo protector en torno a mi cuerpo, y, aunque aún sentía las punzadas de dolor que subían y bajaban por mi espíritu, todo pareció calmarse frente a la electricidad que expulsaba la esencia de Ancel.
En un momento de orgullo pensé en soltarme y apartarle, pero al recordar los momentos posteriores a mi muerte, en los que lo único que había era soledad, frío y vacío, aprecié, por primera vez desde que le conocía, la presencia de Ancel. No sabía nada sobre él, no me quería contar nada, a pesar de que sabía las respuestas a todas mis preguntas, y era un capullo, pero la simple cosa de que estuviera allí, apoyándome indirectamente y guiándome cuando me podría haber dejado a la intemperie, era más de lo que podía esperar.
–¿Sabes? Tú quieres una cosa, yo otra. Te estoy ofreciendo un trato –dijo, rompiendo el silencio–, que muchos otros no dudarían en aceptar. Además de que estoy buenísimo. ¿Por qué tú no haces lo lógico?
–Primero, porque sabes que no suelo ser coherente. Y segundo, ¿cómo puedo saber que cumplirás?
–Créeme por una vez si te digo que nunca incumplo mi palabra. Puedo ser un mentiroso, un farsante y hasta un asesino, pero jamás incumplo mi palabra.
Por su tono supe que hablaba en serio y que lo de incumplir la palabra tenía que ver con algo que pasó hacía mucho tiempo.
Lo consideré, lo juro. Pero…
–Lo siento. No puedo.
–¿Por qué no? ¿Qué más da, de todas formas? Ambos sabemos que soy tu única compañía, el único con respuestas y que no tienes nada más que hacer.
–Puedo buscar a mi padre –respondí.
–También sabemos que solo lo dices para no venir.
–Bueno, ya puestos a preguntar por qué, dime, ¿por qué tengo que ir contigo?
–¿Vendrías si te explicara algo? Es como un perro, cada vez que hace algo bien le das una chuche. ¿Qué te parece si me acompañas y te voy soltando información?
–¿Qué te parece si no me comparas con un perro? –Dije, de brazos cruzados.
Ancel puso los ojos en blanco.
–Ya sabes a lo que me refiero. Es una metáfora, no una indirecta.
Abrí la boca. No lo había pensado así.
–De todas maneras, no voy a cambiar de opinión.
–¿Por qué no? ¿Es que no me crees?
Cerré los puños con fuerza. Sabía que lo estaba haciendo a posta. Su tono demostraba auténtica pena, pero ¿hasta qué punto era creíble?
Luché para no caer y decirle que sí. Debía ser fuerte y mantenerme firme, sobre todo estando ante a alguien tan misterioso y extraño como Ancel, que seguro era bien capaz de colármela sin esfuerzo.
Sus ojos ambarinos relucieron con un brillo de aflicción mientras apuntaban a los míos. Sentí mis defensas hundiéndose, desmoronándose lentamente bajo el color ámbar.
–Si no me gusta la información, me quedo –dije, mordiéndome el labio.
Su cara cambió en medio segundo. Sus ojos resplandecieron de alegría, y una sonrisa radiante se formó en su boca.
–Genial –dijo–. Déjame pensar.
–¿Acaso sabes? –Me hice la sorprendida mientras reprimía una sonrisa.
Él arqueó las cejas y luego se puso serio, mirando al horizonte, como si pudiera ver más allá de lo que había.
–¿No me dejas preguntarte? A lo mejor así no te provocas un cortocircuito ahí dentro –me toqué la sien con el dedo.
–No. Tengo que elegirlo yo.
–¿Vas a tardar mucho? –Pregunté después de un rato en silencio.
–No. Es solo que no sé lo que técnicamente puedo contarte.
–Pues ya puedes ir escupiendo información, porque si no me voy a quedar aquí sentada.
–Mm… vale. Mira, querías saber por qué tienes que venir conmigo ¿no?
–Ajá –sentí una pizca de emoción recorriéndome entera.
–Te voy a decir por qué no debes no venir conmigo –y la chispa de esperanza se apagó.
No pude evitar expresar mi disconformidad.
–¿Esa expresión es gramaticalmente correcta? –Inquirí con un tono más amargo de lo esperado.
–No lo sé. Pero no te desanimes, es más de lo que esperas.
–Ya lo veremos –murmuré tan bajo como pude para que no lo escuchase.
–Que sepas que si lo que te voy a decir no es de tu agrado, no tendrás más opción que acompañarme. Ahora estoy siendo generoso, porque me apetece conocerte más –una sinuosa sonrisa con un brillo malicioso asomó a su boca–, pero no me voy a jugar la existencia en el limbo.
–¿Ah, sí? ¿Y eso por qué es? ¿Crees que no voy a oponer resistencia?
–Sé que lo harás, pero no me vencerás. No aún –no pregunté qué significaba ese “aún”.
–¿Y eso? –Intenté disimular mi interés, aunque no obtuve buenos resultados.
–Porque estás unida a mí.
Proferí una carcajada.
–¿Y funciona?
–El lazo es más poderoso de lo que crees. Si decido irme al Infierno, te verás arrastrada.
–¿Y si yo decido irme a buscar a mi padre? Si el lazo nos une a ambos, ¿no tendría yo poder para arrastrarte a ti?
–Puede, pero ahora mismo yo soy el más fuerte.
Hice una mueca. Tenía razón, si aún no estaba con él arrodillada frente a Satanás era porque él quería. Sin embargo, mi orgullo se negaba a aceptarlo.
–¿Y cómo sé que no es una farsa?
–Te dije que te daría información.
–Pero también dijiste que eras un mentiroso –remarqué–, y nunca me aseguraste que lo que me ibas a decir fuera cierto.
Ancel suspiró de exasperación.
–¿Quieres que te lo muestre?
–¿Implica la muerte de alguien?
Él puso los ojos en blanco.
–No.
Se acercó a mí dos pasos, y yo retrocedí uno por instinto. Inmediatamente volví a mi posición con aplomo. ¿Confiaba en él? No. Confiaba en mi orgullo.
Ancel me puso las manos en los hombros y cerró los ojos. Estaba a punto de reírme cuando noté que algo tiraba de mí fuertemente, dejándome sin aliento.
Abrí mucho los ojos y, al apartar la vista de la cortina de pelo color cobre que tapaba los párpados cerrados de Ancel, vi que algo blanco, sólido y fuerte estaba entre ambos, como un puente serpenteante.
Bajé la mano para tocarlo, repentinamente atraída hacia la magnitud de poder que emitía, pero en seguida unos dedos rodearon mi muñeca, parándome.
–Ten cuidado. Es magia negra.
Miré fascinada el cordón que nos unía, sin tener ahora ningún argumento sólido para pelearme con él. Noté cómo algo se desinflaba en mi interior.
Tendría que ir con él. ¿Qué consecuencias podría acarrear? No me había despedido de mi familia y amigos. Ni siquiera había pensado en ellos. Y ahora tenía que irme con un desconocido que al parecer quería acosarme, que encima era la muerte, y al que estaba atada con magia negra.
Un planazo.
También tenía la opción de decir que no me había gustado la información, pero eso no era demasiado creíble, a juzgar por mi reacción al ver el hilo.
Tendría que aguantarme.
–Como decía antes, si no vas a venir conmigo, te arrastraré.
Me quedé en silencio, sin responderle, mientras barajaba mis opciones. No podía mentirle, eso estaba claro.
–Y a Lucifer no le haría ninguna gracia ver que la chica con el espíritu más deseado del Otro Lado entra en el Infierno arrastrada por el General del Ejército del Príncipe de las Tinieblas–añadió, dejándome sin palabras.

4 comentarios:

  1. ¿QUIERES MATARME?
    Dios este capítulo si que ha sido realmente alucinante. Lo son todos, pero este me ha llegado xD
    Entonces, si he entendido bien, es Lucifer el que quiere su alma...¿O no? Bueno, si no es así, igualmente me he enterado, y buah...
    Pues ya lo sabes, como siempre:
    Que sigas así, no te rindas nunca, y ya sabes que me tienes aquí para TODO.

    PD: Mucha, mucha, mucha suerte en el concurso <4

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  2. Me mata no poder leerlo seguido,de verdad,tengo mucha curiosidad acumulada por saber más de estos dos,me gusta mucho tu manera de escribir,cada vez más,hilas muy fino....

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  3. Diiiooos me encanta!!! Lo que esta vez si quiero comentar una cosa del libro... A ver, la historia, los personajes y todo esta genial, pero veo como que falta una cosa... Bueno, es que en todo lo que llevas escrito no nos has dicho gustos y bueno, las cosas de la prota, digo, como esta en 1° persona deberias expresar mas sentimientos y cualidades de la prota

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  4. Siento comentar tan tarde, es que he estado un poco liada últimamente :S
    Aunque no haya mucha acción, sigue estando muy bien porque así vamos conociendo a los personajes y a la trama de la novela y le da más intriga y misterio.
    Me encanta Ares por si todavía no te lo había dicho :P
    Aunque la lectura se está haciendo algo pesada de tanto diálogo el momento en el que Ancel le ha enseñado el lazo ha sido como si me hubiera metido en la novela y como si me hubiera convertido en Leyna (¿se llama así? :S) Ha sido fascinante. La novela cada vez engancha más, es como si me absorbiera y me atrapara y como si me sintiese parte de la novela, fascinante e increíble.
    Otra cosa más. En cada una de tus novelas metes algo nuevo. En "Más Allá del Límite" lo narraste en presente y en esta le estás metiendo toques de humor y te está saliendo muy bien el experimento. xD
    ¡Sigue así, pequeña, gran escritora!
    Un saludo de tu querida amiga Vera xD

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