¿Qué te parece la historia

viernes, 28 de marzo de 2014

Capítulo 9.

Hola^^ Aquí... bueno, sigue sin haber acción, lo que se llama acción, pero este capítulo es más diferente^^ Espero haberlo escrito de manera que nadie llegue a sentirse mal, por algo que le ha pasado recientemente o algo, así que, si no lo he conseguido, pido perdón por adelantado. Segundo, no me matéis cuando lleguéis al final :3 Comentarios por favor. 

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Capítulo 9.
–¿Qué has dicho?
–Lo has oído bien.
–¿El espíritu más deseado del Otro Lado? Estás de broma.
–En absoluto. Comprobarías que tengo razón si vienes conmigo.
Puse los ojos en blanco.
¿Qué otra cosa podía hacer? Tal vez podría intentar atrasarlo, o sacarle más información acerca de Lucifer y el Infierno. ¿Sería como en los cuentos? ¿Todo fuego, maldad y oscuridad? De algún modo, sabía que no.
–Quiero poner una condición –anuncié.
Ancel se giró y abrió mucho los ojos.
–¿Otra? –Inquirió, con tono de burla y llevándose un puñetazo de mi parte en el hombro, que fue más flojo de lo que había previsto.
–Sí –respondí con aplomo.
–Dispara –de nuevo, una sonrisa torcida se había apoderado de su rostro.
–Quiero ver a mi familia.

Respiré hondo por septuagésima vez, intentando en vano que Ancel no me viera.
–Me estás poniendo nervioso.
–No lo puedo evitar. Me tranquiliza.
–No, no lo hace. Lo único que hace es fastidiarme –protestó.
Me volví hacia él.
–En serio, Ancel, dos cositas de nada. ¿Cómo es posible que seas el General del ejército siendo tan quejica? Y la otra ¿por qué tuve que estar atada a un tío tan pesado?
–Porque no me has visto a la hora de luchar. Y mejor no te lamentes demasiado, recuerda que yo también estoy atado a ti –añadió, con una sonrisa de las suyas.
Me di la vuelta de nuevo, mirando el camino que tan bien conocía. La grava del camino de entrada, enemiga acérrima de mis rodillas cuando era pequeña; los pequeños tulipanes de colores en el jardín; la inmaculada pintura blanca del porche.
Me detuve ante la puerta y apoyé el puño cerrado contra el marco, intentando controlar mis emociones.
Noté una suave presión en el hombro, y, al volverme, descubrí a Ancel con la sonrisa más adorable que había visto en mi vida.
Me pareció increíble que tuviera tantas facetas. Yo solo conocía tres –la simpática, la sarcástica y la intimidadora–, pero me apostaba lo que fuera a que me faltaban muchas más por descubrir.
–¿Te arrepientes? –Preguntó.
Rememoré el momento de mi muerte, y después a mi sucio hermano y mi querida madre. Ni siquiera les había dedicado un solo pensamiento, y se lo debía.
–No –dije con aplomo.
–Así me gusta –sonrió Ancel.
–¿Podemos atravesarla o la tenemos que abrir? –Inquirí, señalando a la puerta.
Ancel hizo un mohín.
–Espera aquí y no te muevas.
La última vez que me había dicho eso había matado a un hombre.
–Ni de coña.
Él me miró sin entender hasta que final cayó en la cuenta.
–¿Crees que me voy a cargar a tu familia? –Profirió una sonora carcajada que sonaba sincera.
–No tienes ninguna razón para no hacerlo, pero tienes al menos una para matarlos.
–¿Ah, sí? ¿Cuál?
–Pues, por ejemplo, yo no voy a ir contigo hasta que les vea, así que si te los cargas, no tendré que más remedio que ir contigo.
Ancel se acercó.
–¿Y no has deseado ni por un momento que la palmen para acompañarte?
–No –y era la verdad.
–Eres muy rara –declaró Ancel, apartándose–. Pero, de todas formas, ¿qué te hace pensar que los voy a matar?
–No lo sé. Das mucho miedo, por si no te has dado cuenta.
Él se miró entero, frunciendo el ceño.
–Llevo una sudadera negra, unos vaqueros y unas zapatillas normales. Dejando de lado mi altura y mi masculinidad, ¿qué te hace pensar que los voy a matar?
–Oh, está bien. En cualquier caso, ¿cómo podría saber si tienes que matar a alguien, si no me cuentas nada?
Ancel puso los ojos en blanco mientras se apoyaba contra el marco de la puerta, quedando muy cerca de mí.
–No te puedo contar gran cosa, pero si tengo que matar a alguien, me da un jamacuco, mi energía cambia y mis ojos se vuelven azules.
–Recibido.
–Y ahora, espérame aquí y no te muevas. No hagas nada si ves a algún vecino o familiar, ¿está claro?
–Cristalino –dije, poniendo la sonrisa más inocente que pude.
Ancel me miró de reojo y bajó las escaleras del porche para rodear la casa por el jardín. Le seguí con la mirada hasta perderle de vista, y entonces me senté en el primer escalón, apoyando mi codo en el muslo y la cabeza en la mano.
¿Quería realmente ver a mi familia? Le había dado muchas vueltas al tema durante el trayecto, pero no había sacado ninguna conclusión.
Mi cabeza tenía sentimientos encontrados.
Ni siquiera sabía cuál era el mayor. Ambos tenían el mismo peso, y eso no lo hacía fácil. Sin embargo, ya había tomado mi decisión.
Por mi madre y mi pesado pero querido hermano.
Un ruido que provenía del jardín me sobresaltó, haciéndome ponerme en pie. Escruté la parte trasera de la casa, sin moverme de mi sitio tal y como Ancel me había dicho.
Pero, ¿por qué le hacía caso? Podría echarle fácilmente la culpa si algo pasaba. Era él quien no me quería contar lo que pasaba.
Bajé el primer escalón indecisa, y me quedé allí parada, imaginando toda la clase de cosas que podrían suceder si abandonaba mi puesto.
El problema era que no tenía absoluta idea de a qué cosas me enfrentaba. Ni siquiera sabía si tenían que ver con el Mundo de los Muertos.
Suspiré y bajé los dos escalones restantes, deteniéndome al pie de la escalera. Agudicé el oído, tratando de escuchar un ruido de nuevo.
Lo había oído claramente, lo que significaba que lo que fuera que había producido el sonido estaba bien muerto.
Y entonces me entró la duda sobre si Ancel estaba en peligro. Algo me decía que el ruido tenía que ver con él, pero, ¿hasta qué punto?
Decidí moverme. Si estaba en peligro, ya me lo agradecería. Y si no… bueno, soy Leyna Shellow. No me voy a quedar sentada.
El silencio que reinaba me pareció de repente muy abrumador, y el recuerdo de las películas de miedo que pude ver cuando estaba viva –no fueron muchas, era una cagada– me atenazaba la garganta.
Me imaginé al psicópata suicida agarrando a Ancel por la garganta en el patio trasero de mi casa –porque, seamos realistas, ¿Ancel tropezándose? ¿Y luego que van? ¿Ranas con pelo?
Sabía que probablemente no podía cargárselo, pero yo había sentido el dolor, y no era agradable. Porque cuando estás vivo el dolor lo sientes realmente en el cerebro, e incluso puede remitirse con juegos mentales. Pero aquí… esto era dolor de verdad. Un pinchazo que recorría los recovecos más hondos de tu alma. Como decía, no era agradable.
Avancé durante todo el largo de la casa andando en silencio, procurando no hacer nada de ruido –y tropezándome hasta con el aire– y mirando hacia atrás constantemente.
Justo en el momento en el que torcí la esquina, un cuerpo muy alto se abalanzó sobre mí, haciéndome brincar hacia atrás.
Algo me decía que de haber tenido un corazón, se habría parado sin dudarlo.
Tropecé con una de las herramientas que usaba mi hermano –o que era obligado a usar por mi madre– para limpiar el jardín.
Vi una sombra en el suelo a mi lado, profiriendo sonidos y revolcándose en el césped.
Ancel. Riéndose.
–¿Tan gracioso ha sido? –Fruncí el ceño.
–¡Hacía siglos que no me reía así! –Exclamó.
–Literalmente –mascullé, levantándome.
Ancel se rio durante un buen rato más, restregándomelo por la cara, hasta que saqué el tema de su pasado.
En ese momento, se parecía a mí por las mañanas. Cuando odias a todo ser humano que ose dirigirte la palabra, para aclarar.
–¿Y bien? ¿Qué pasa con mi familia?
–Oh, sí. No están en casa.
–¿Qué? ¿Y dónde están?
Y de nuevo, sentimientos encontrados. Una mezcla de alivio y decepción se apoderó de mí, sin saber cuál imponía más.
–En tu funeral.

Me obligué a modular mis respiraciones para que no me diera un ataque de nervios. ¿Mi funeral?
Ancel y yo nos encontrábamos en frente del tanatorio local, que estaba justo al lado del cementerio.
–Leyna, vamos a hacer una cosa. No vas a entrar hasta que estés calmada ¿vale? Nos jugamos mucho aquí.
Y por primera vez, supe lo mucho que estaba arriesgando por mi culpa. Él no tendría que estar aquí, acompañándome en mi funeral, sino postrado ante Lucifer, conmigo a su lado.
Sin embargo, estábamos aquí.
Le miré de reojo, un gesto apenas visible, pero que él sí pudo percibir. Me lanzó una sonrisa amigable que consiguió calmarme.
–Ya estoy lista.
–¿Estás segura? Tu energía vibra demasiado –hizo un mohín–. No tendrás familiares médiums, ¿verdad?
Negué con la cabeza, aunque evité preguntar por qué quería saber eso.
Mientras cruzábamos las puertas del tanatorio, pregunté a Ancel:
–¿Y cómo sabes que están aquí?
–Tu madre lo dejó apuntado en una nota. Estaba en la nevera.
–¿Has entrado a mi casa?
–Ajá. Por la puerta de atrás –dijo, anticipándose a mi pregunta.
–¿Y sabías que había una puerta trasera?
–Soy de los que hacen bien su trabajo.
Recordé el momento de mi muerte. Lo que había hecho antes, y caí en algo.
–La nota…
–La escribí yo –Ancel asintió–. Me materialicé y escribí la nota haciéndome pasar por el chico que te gustaba.
–No me gustaba.
–Lo que sea. El caso es, ¿no notaste que ese día no fue al instituto?
Y sí, lo noté. Como para no hacerlo. Prácticamente, Lía y yo nos pasábamos todos los tiempos libres acosándole.
–Y el del coche…
–También era yo –concedió.
Rememoré el momento, la última visión que tuve antes de que el coche conducido por el mismo chico que tenía al lado me arroyase.
Unos ojos azules. Azules eléctricos.
–Uf.
–Y esa es la razón por la cual no te respondo todas las preguntas. Es demasiada información, y muy fuerte. Es mejor que te la diga poco a poco –y añadió–: te espero fuera para darte intimidad.
Asentí mientras cruzaba la puerta que daba a mi capilla ardiente. En un ataúd de madera, reposaba mi cuerpo, cubierto de flores.
Mi familia estaba reunida en torno a él, con trajes negros y las caras rojas del llanto. O bueno, lo que quedaba de mi familia.
Tanto mi tío como su esposa habían perecido en el mundo de la bebida. Mi padre había muerto en la guerra de Irak, y mi madre tenía una sola hermana soltera que padecía una extraña enfermedad. Mis abuelos… bueno, ya los vería por aquí.
Pero el que más me rompió el corazón, a pesar de la sorpresa, fue mi hermano. Estaba sentado en una silla, con los hombros hundidos y la cabeza gacha. Lágrimas saladas caían al suelo bajo sus pies, empapando a veces su bonito traje negro.
Me dieron ganas de correr a abrazarlo, de consolarle. Ya tenía los quince cumplidos, pero eso no quitaba que no siguiera siendo mi hermano pequeño. Además, también había perdido a su padre.
–Ni se te ocurra –dijo Ancel, desde la puerta.
Observaba todo atentamente, con la misma expresión impasible, aunque pude atisbar un brillo de compasión en sus ojos. No obstante, fue tan ligero que creí que me lo había imaginado.
Resoplé y me acerqué al ataúd. Mi madre estaba asomada a él, acariciándome la cara con la mano y retirándome los pelos castaños de la frente.
Ambos párpados estaban bajados, y noté que habían cubierto bien la herida del costado con una blusa blanca y unos vaqueros.
No obstante, aún se notaban los moratones de la cara. Así no podré ligar.
En ese momento llegó el cura, y me pregunté por qué habían hecho el funeral en la misma capilla ardiente.
–¿Nos vamos a quedar toda la misa? –Inquirió Ancel desde la puerta.
Miré a mi madre y después a mi hermano, que seguía llorando en la silla, y supe que no iba a poder soportar sus palabras.
Cuando íbamos a salir, llegó una persona más, que reconocí en seguida.
Lía.
Entró corriendo, por lo que, de no ser por Ancel, casi me pasa por encima… O me atraviesa. Lo que sea.
Ancel me miró con la pregunta explícita en sus ojos.
–Tengo que ir –respondí solamente. No tenía tiempo para dar explicaciones y no podía marcharme sin despedirme de mi mejor amiga.
Él asintió y yo le imité, para darle a entender que se lo agradecía. Acto seguido me giré y corrí hacia el final de la sala, donde encontré a Lía abrazando a Mike, mi hermano.
Luego le dio un beso en la boca.
Los miré con los ojos como platos. ¿Habían empezado a salir ahora o antes de mi muerte?
Me acerqué más, agudizando el oído para poder captar algo de su conversación.
–No se lo pudimos… –decía él.
–Lo sé. No sé cómo habría reaccionado.
Luego mi hermano dijo algo más, que hizo que ambos soltaran una leve risita. En el fondo, me sentía feliz por ellos.
No podía culparlos al fin y al cabo. Si yo hubiese estado en el puesto de mi mejor amiga tampoco habría sabido decírselo, y ninguno tenía por qué saber que me iba a morir.
Les dediqué una sonrisa que no podían ver y me marché en pos de Ancel.
Desandamos el camino hasta el parque donde nos habíamos encontrado la primera vez. Para mi sorpresa, Ares estaba allí, echado en la hierba.
Otra cosa que también me sorprendió era que aun tumbado seguía siendo jodidamente más alto que yo.
–Es un frisón –informó Ancel–. Solo admite el color negro, y los caballos de esta raza son bastante grandes.
–Lo he podido notar –repliqué, mirando de reojo al semental que seguía con sus miradas venenosas hacia mi persona.
Ancel se acercó y le palmeó el cuello, para luego incitarlo a levantarse. El animal obedeció, levantándose imponente sobre sus cuatro patas, y Ancel me tendió la mano para ayudarme a subir.
–Qué caballeroso –ironicé.
–Espera a ver –esbozó una sonrisa traviesa que no me gustó un pelo.
–¿Vas a parlotear o a ayudarme a subir?
–Pon las manos a ambos lados de la silla –lo hice–. Y ahora, flexiona tu pierna izquierda.
Ancel me agarró la pierna.
–A la de tres, salta y pasa la derecha por encima, y ya estás arriba.
–¿Dónde encaja aquí tu sonrisa malvada?
–Ya lo verás –se acercó a mí, puesto que noté su aliento contra mi nuca–. Una, dos, tres.
Y salté, sintiendo la ayuda que Ancel me proporcionaba impulsándome hacia arriba desde la pierna… hasta que puso su mano sobre mi trasero.
Terminé de subir, y, cuando estuve acomodada sobre la montura, le lancé la peor mirada del mundo. Alzó las manos, reprimiendo la risa.
–Yo te avisé, y el que avisa no es traidor.
–No te tacho de traidor, pero el guantazo te lo llevarás.
Sonrió ácidamente y subió delante de mí.
–Vamos a cambiar de plano, así que agárrate fuerte –casi pude ver su sonrisa irónica, pero le creía, por lo que pasé mis manos alrededor de su cintura.
–Tengo una pregunta –dije antes de que partiéramos–. ¿Cómo es que ya es mi funeral? Apenas han pasado unas horas desde mi muerte.
–El tiempo es diferente aquí –respondió Ancel.
–Pero cuando hemos ido allí, actuaban con normalidad. Es decir, no iban más deprisa.
–Sí, bueno, me ha costado algo de trabajo.
No me dio tiempo a contestarle, porque agarró las riendas y clavó los talones en los flancos del semental, quien obedientemente partió al galope. Pero no era un galope corto.
El aire golpeando mi cara fuertemente me hizo cerrar los ojos, por lo que no me enteré mucho de la transición. Tan solo noté algo que me recorrió de arriba abajo, y luego nada.
Al abrir los ojos, una inmensa luz me envolvió. Y esa fue la primera vista que tuve del Infierno.

4 comentarios:

  1. LO SABIA LO SABIA LO SABIA LO SABIA.

    Es que lo sabía xD Me encanta ya lo sabes Y ENCIMA ME PONES A UN FRISON *-*
    Ancel + Frison = Menamoré.
    Vale, pues eso, que alucinante como siempre.
    Sigue así. Te quierro.

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  2. Son personajes ambos muy fuertes.....mucho,me tienes en un sin vivir....escribes,no pares,eres buena....

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  3. ¿El tanatorio al lado del cementerio está en algún lugar cerca de donde vives? Es que yo conozco uno, no me acuerdo como se llama al tanatorio pero sí que sé que hay uno ajajaj xD Es por si te has basado en la realidad, porque tus novelas ocurren en sitios reales. ^^
    Digo, lo mismo que Sandra: Ancel + Frisón= Me desmayo ajjaaj xD
    No voy a hacer caso de tu ruego porque te voy a matar con ese final. O mejor no, que si no no puedes escribir y no sé cómo es el infierno ajajaj xD
    Otra vez te pido disculpas por leerlo tan tarde, pero es que no me da tiempo.
    PD: ¡¡¡Hoy he hecho una vuelta y pico al galope!!! Un neuvo record en mi vida ecuestre aajajaj XD
    Un besito, sigue así ^^

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  4. OMG! Estos Ancel y Leyna me vuelven locoooos, es que hay tanta quimica entre los dos, cuando le toca el trasero me reí a carcajadas!! En serio, me encantan tus personajes, se complementan perfectamente, y la prota es bastante luchadora, me alegra saber que no es una tonta porque odio los libros en los que las protas femeninas son estupidas... Bueno, que te puedo decir: ME ENCANTO ^^
    En cuanto a lo anterior que te dije de que no explicabas muy bien las cualidades y gustos de la prota, veo que estas intentando mejorarlo y me di cuenta con lo del funeral y donde nos comento los familiares que tenia.
    Sigue asi, y siento comentar tan tarde, pero estaba un poco lîada ;)

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